Cuando pienso en ti el vientre se me hace nube de algodón rosa. Estás lleno de porvenir y te imagino con la risa transparente de tu padre y los ojos gatunos de tu madre. Aún si resultas un diablillo travieso, cómo serás de bueno que antes de que te asomes ya te tengo cariño. No tengas prisa, al final todo llega a su hora y siempre tendrás principios nuevos que perseguir, momentos alados que capturar, mariposas blancas que desear… Te estaremos esperando con una sonrisa en los labios, las manos abiertas y la certeza de que Mamá y Papá te querrán siempre. Y eso, Tiago, es el mejor tesoro del mundo. Eso y la pereza del bostezo de un niño.