Ayer me vino a ver en sueños, envuelta en esa luz fantasmagórica de cierta hora del día. Y transportada a la isla, con la brisa nocturna haciendo eco en mis oídos, volví a ser. Cuántas noches tengo clavadas en tu ladera, rodando sobre guijarros mágicos y encantamientos. A tus espaldas un pueblo entero, el ritual y la montaña. Sigue silbando el viento, con el color del alisio. Desde la cima volcánica cuajada de paz, oteo nuestro horizonte hasta el océano furioso. Con un corazón dibujado en azul y ocre, palidecen en tu sombra mis ancestros, aquellos que cruzaron el mar para encontrarte. En tu seno las estrellas nos pertenecen, como la lava sagrada en tu piel dormida. Anoche me vino a ver en sueños el espíritu de la montaña, entregando un refugio místico a cambio de una oportunidad para el futuro. Ahora sé que nunca estaré sola en Tindaya.
Tindaya es una montaña sagrada en Fuerteventura, en los noventa, Chillida quizo vaciarla para crear una obra de arte, pero nunca se llevó a cabo.