Miscelánea Imperfecta

Segundo premio de Poesía Juvenil «Librada Alvarado Doreste», 1996 (Real Club Victoria de Las Palmas de Gran Canaria, Islas Canarias, España).

Centinela I
Juego Sucio
Frío
Huida
Wo bin ich?
Abandono en cuatro movimientos I
El fin del segundo milenio (d. c.)
A un paso de Tinduf
Abandono en cuatro movimientos II
Sin rozaduras

Centinela I

Fluctuando luminosa y divina
controla el rítmico mecer salado.
Destinos irreconciliables,
abismos merecidos
y aquí, bajo la helada luz,
los elementos reinan un paraíso
subterráneo de sentido y fuego.
Agotaron el ciento dos por ciento,
arrancaron los reflejos
de su sitio.
No hay pretexto que justifique
un abandono de ida y vuelta.
Portentoso y mágico,
sucio y profundo.
Y ahora huérfana de luz,
fluctuante, como tú,
he perdido el rumbo.
Carambolas vanguardistas,
un socorro plural y continuado
me aprisiona el pecho.
No necesito palabras,
sino hechos.

Juego Sucio

Me otorgo con el implícito compromiso
de poseerte.
Y aunque no deje nunca de darme,
tienes razón,
sólo es un intercambio pactado unilateralmente.
No.
Desde luego, yo tampoco juego limpio.
De tu huida hacia adelante
soy la única responsable,
me temo.
Ni siquiera expliqué las reglas
previamente.
Ahora, he de partir hacia el acantilado;
bien entrada la noche
exorcizaré mis miedos,
dejaré que la tormenta azote de frío mis mejillas,
arrebujada en una chaqueta prestada.
Y no aguardes por un final inesperado.
Este plenilunio incierto volveré a sonreir,
no cuesta nada comenzar de nuevo,
apenas.

Frío

Lentamente, sin ser invitado,
me llegó al alma.
Comenzó su camino por los pies,
siempre helados, gélidos
más que tibios.
Me fue corroyendo las entrañas.
Anuló el sentido
de las palabras más amadas.
Tiñó de invierno furioso
mis fronteras,
caló en mi ánimo ardiente.
Lentamente
y sin ser invitado,
me llegó al alma.
Se hundió con firmeza
asesina
hasta en la última célula,
en cada vaso sanguíneo…
Me dejó el corazón
hecho nevera,
frigorífico de amores olvidados,
de escenas congeladas.
Aprovechó la oscuridad
y el silencio nocturno
para volver hielo
las más doradas arenas del Sáhara.
Y luego, cuando hubo terminado
su labor,
me dejó para entenderlo,
para vivirlo y morirlo
a un tiempo.
Lentamente, como había llegado,
me olvidó el alma,
hundida, enterrada entre nieves eternas,
bajo noches sin luna,
sin conceder pábulo alguno a la esperanza.
Ahora el alma me puebla
reductos subterráneos,
se alimenta de estalactitas y estalacmitas
y no recuerda más hogar
que ese paisaje tan parecido
a la Antártida.
Cuando cambie el viento,
tal vez el alisio me devuelva la calma
y florezca al fin el infierno.

Huida

Escapé una noche
de una mala película
sin guión.
No me gustaron los diálogos
que inventaste para mí.
Ni las manchas de café
en los manteles.
No hubiese soportado
ni un día más
aquel tipo de trama
argumental.
Y escapé saltando la cerca
huyendo del círculo concéntrico
de tus palabras y mis penas.
Escapé, sí,
de esa historia siniestra,
de un abandono constante,
de un ejército desertado por
ángeles.
Desde esta colina
puedo ver tus ojos
y sé que soy razonable
al haber huido.
No me tengas pena
ni creas conformarme
con un papel secundario
en la escena.
Ya no te quiero.
Ya no.


Wo bin ich?

He tenido siempre
tanta prisa,
por vivir
-obviando la velocidad
natural
y la tibieza cálida de la experiencia-.
Ya NO me atrevo
a ponerle nombre
a mis silencios.
Condenada a esta
perenne
extravagancia,
tanta estupidez
sin perspectiva,
días volatilizados
la boca
abierta,
inquietante e inconsciente
rozando el hipotálamo.
¡Señora,
calladita y meditando,
está más guapa!

Abandono en cuatro movimientos

La luz tenue se apaga,
ya no te extraño.
Opacos,
como la verdadera
oscuridad,
tus ojos.
Enebrando mi ser en cada
gesto,
en cada gota amable
de tu asexuado amor,
¿no me ves?.
No quieres,
yo casi tampoco quiero.
Yo existí alguna vez
como aulaga en tierra yerma,
casual, sin nada
que ofrecer,
la última adquisición
de la guadaña.
Arcos tangenciales,
hienas histéricas;
elevada al cubo,
dividida por raiz
en base cuatro,
la estructura mínima del alma.

El fin del segundo milenio (D. C.)

Es el fin de este mundo
que conocimos,
el tiempo se subasta
entre los mercaderes de futuro.
Los hombres, las mujeres
no poseen más
que la mirada franca
sobre un mundo
podrido hasta el delirio.
Creemos
en pócimas y artefactos
mágicos
que vuelan sin ser pájaros,
que hablan mil lenguas de Babel,
que juegan a sentir
que provocan respuestas
y miedo.
La edad confusa
de la sangre derramada
por la sangre,
rumores de una existencia.
Hoy he sabido de tus ojos,
calcados en blanco y negro
en la sección internacional
del diario vespertino.
Tú miraste
con la fijeza de un náufrago,
no hubo más.
Los usureros,
los traficantes de historias
y los adolescentes
pertenecen al mismo gremio.
Ya no hay fronteras.
La sangre siempre es roja.

A un paso de Tinduf

Tengo un pueblo viviendo
en una jaima levantada
en pleno pecho,
sobre la arena,
entre el sueño y la libertad.
Sin duda mereces
lo que otros te niegan
parapetados tras su indiferencia.
Tan lejos y tan cerca,
sé que estás ahí.
Parado, frente a un papel en blanco,
haciendo garabatos,
calcando mis pensamientos.
Un pequeño país
apócrifo en los mapas,
junto al océano añorado en el desierto.
Tan cerca y tan lejos,
sabes dónde estoy,
parada ante un folio
emborronado,
intuyéndote,
a un paso de Tinduf.

Abandono en cuatro movimientos II

Ya no existe el mar
que nos une a distancia,
hemos salido de la caverna
para conocer la luz
sin palparnos.
No importa mi nombre,
ni tus ojos,
sólo las palábras
esbozadas a doscientas pulsaciones
por minuto.
Sin accesos carnales,
únicamente hundidos hasta las cejas
en el deseo
y el pudor del anonimato.

Sin rozaduras

Crecieron rosales blancos
en las palmas de mis manos,
azucenas frescas de un amor
confundido en la entrega,
sin aristas ni salientes,
sin rozaduras.
Secretos testigos a sabiendas
de una historia diferente,
casi, casi sin final.
Nació en silencio,
de la simiente de tu voz.
Nadie supo qué nombre ponerle.
Una nueva cima coronada
por el blanco satén dueño
de aquella cama.
He escuchado otra versión
de ese soneto
en otras ausencias.
Hay que arriesgarse,
jugar como niños chicos,
correr por la verdura
del jardín de infantes.
Otros versos se cumplieron antes:
es una historia diferente,
casi, casi sin final.
Sin aristas, ni salientes,
sin rozaduras.

Publicada el
Categorizado como Escritos, Poemas

Por Sam C

Soy gestora de proyectos de señalización ferroviaria, escritora y fotógrafa, oriunda de Canarias y adoptada por el Reino Unido. También estoy estudiando en la universidad de Warwick un Master de Ciencias a tiempo parcial (Programme & Project Management).

Dejar un comentario