Agosto 2006
Siempre vienes a escondidas susurrando imposibles y epitafios. Si hubieses querido, los ángulos rectos, los círculos concéntricos, los cuerpos conexos... Ahora, el aire sofocante, estático, acaricia mis mejillas. Ya no quedan preguntas, sino huecos silenciosos. Pero el arrullo de las olas me conforta. Siempre te vas de puntillas, como un sueño, eco de pasos de sal en la memoria.