Plenilunio en el Meridiano Cero

Construí estos poemas hace muchísimo tiempo, entre los diecisiete y los veintiun años. Ya no me hablan al oído cuando los releeo, pero son parte de lo que fui. Perdí la libreta donde los tenía en una mudanza, así que sólo quedan en el recuerdo en este archivo electrónico.

Sobre cuando sube la marea

Hay amores de esos que padecemos como enfermedades; unas veces son tumores benignos, otras, metástasis mortales. Se nos incrustan en la razón y van creciéndonos por dentro, engulléndonos. Y llega un punto en que nuestro ego se desvanece y deja paso al intruso.

Entonces nuestra consciencia objetiva ha sido erradicada. Un poderoso plenilunio arrastra nuestros fluidos, devolviéndonos al rato en un caos desordenado, desde el cual no distinguimos apenas la ira, el dolor, la pasión o el amor. El alma por un minuto se extasía ante la liberación de los instintos…

Así es como cada uno de nosotros engarza su experiencia con la de los otros en la letra de un enorme tango desgarrado, cuyo arrullo está presente en cualquier esquina de este maldito e impredecible cosmos humano.

Existen amores enfermizos, lunáticos, que nos arrastran a la locura. Pero cada ser posee un cajoncito recóndito y disimulado dónde guardarlos, incluso los llegan a olvidar con el paso del tiempo. De todas formas, siempre retumbarán en la memoria los compases de ese viejo tango, propio del amor abandonado.

Samantha Cabrera Díaz, Diciembre 1994


I

Confundí el amor con la casualidad,
no quise hacer más que rimas
y me salieron envueltas de piedad.
Ya no me importa el tiempo
que mata mi vida poco a poco...
No me preocupa, ya no siento
siquiera un cierto enojo
por ser mercurio del miedo y del infierno.
Ya no soporto tu voz
acusándome de crímenes inventados
ni quiero oír de nuevo la razón
del porqué de mi existencia.
Y lloro, lloro sin motivo.
¡Pobre Ofelia!

II

El páramo silba silencio
y yo respiro soledad
de sabor rancio.
Estoy hecha de sueños,
sol, estrellas
y abismos.
Soy parte del mal
y la lucha final
me da lo mismo.
Sé que sobreviviré.

III

Nexos condicionales
y cosquillas amarillas,
verbos deponentes
y casos judiciales.
Con estos componentes
quisiera demostrar
mi terrible incapacidad
e ineficacia.
Yo serví en la selva,
en la infantería,
creí en Dios
y trabajé en la CIA.
Ahora sirvo en el mundo
de mí misma,
creo en todo
y me han parado por egoísta.

IV

Palabra huecas de sentido
oprimen el tiempo
y aún parece un desatino
romper el silencio.
Cuando mi propia tristeza
es mi recreo
ya no siento la ciencia
del deseo.
Sin saber cómo
he recorrido
ambos caminos,
uno es la vida
y el otro (adivino)
es parte de mis sueños...
Y si me empeño
palabras huecas de sentido
oprimen el tiempo
y aún parece un desatino
romper mi silencio,
en este laberinto
de sinuoso diseño.

V

La luna llena se refleja
en el agua
su dulce palidez
hoy me acompaña.
No me importa llorar
confesando melancolía
y curar mis heridas
con el agua y la sal
de mis lágrimas.
No me importa sentir
espasmódicos escalofríos...
Por lo menos, después,
no me costará dormir.
Esta noche he de revolcarme
en mi soledad,
mañana morderé
de nuevo la esperanza...
No encontré la verdad
pero sí la calma
sobre mi húmeda almohada.

VI

Tengo un complejo de abandono constante
de mi ejército todo el mundo ha desertado.
Ahora mis duendes están de vacaciones.
Voy a ocupar los huecos libres de mi alma
con los fragmentos que me quedan de ilusión
con esperanzas más allá de la esperanza
y la calma del que abandona la pasión.
¿Qué importancia tiene a estas alturas
llevar en el pecho un corazón despedazado?
Ya la carne ni siente ni padece
desmayada por la apatía y el desconsuelo.
Si volviesen mañana,
me olvidaría de esta pequeña ausencia.
Les perdonaría el olvido...
Pero me duele que les sea tan fácil eludirme.
¡Qué falta de consideración por su parte!
¡O qué exceso de confianza por la mía!
No me queda ninguna excusa para justificarme,
he sido engendrada por lobos hambrientos.
La tierra abre sus llagas para tragarme,
lento, adentro. Lo siento. Yo sí lo lamento.
Y no me queda más remedio que extrañarles
y adorarles en secreto. Ya lo dije antes:
tengo un complejo de abandono constante.

VII

Viene la noche callada y fría
a tomar posesión de mi almohada.
Ya se acabó el plazo
para ser amables o tiernos.
Viene la noche oscura y tranquila
haciendo retumbar en mi morada
versos en singular,
luto de antaño
por mi platónico amor eterno.
Acabé encarcelando fantasías,
sueños huecos de mis noches tenebrosas
a la sombra de los soles nocturnos
de Primigenia.
Miradas magmáticas y evanescentes
descubren la ira
de vivir en sueños
y soñar despierta que se está viva.
Hoy me confieso
perdida, desamada,
malévola y perenne desfallecida.
Viene la noche olvidada
tocando con sus nudillos
sobre mi aldaba,
pidiendo entrar
en ese inmenso agujero
rodeado de entrañas:
mi alma desamparada.

VIII

Dices que atiendes
y no me escuchas mientras te hablo.
Y que no mientes
pero te escondes tras el armario.
Hazme caso,
por una sola vez, hazme caso,
que estoy cansada de estar
siempre en segundo plano,
que me hace feliz que se fijen en mí,
llamar la atención y vivir aquí,
entre tu pecho y tu corazón,
no salir del paso
con una frase hecha
y una abierta sonrisa fracaso.

IX

Abril es mi mes favorito
más que Junio, Marzo o los demás.
Abril son las flores frescas,
el brillo del sol entre la niebla,
las manos del amor junto a las tuyas,
la vida, viva y madura,
la guitarra y las yemas de tus dedos
acariciando el infinito, incluso Eros
es más feliz en Abril que en Febrero.
Abril es lluvia, suave, nueva,
como si de verdad ya fuera primavera
y mi corazón con un brillo especial
refulgiera de algo más,
de algo indefinido e inmortal,
de una canción y la brisa del mar,
de pensar en volverte a encontrar
un dieciséis vieja un año más.

X

Cuando la lluvia llega
húmeda de tristeza
en el otoño,
los pasos de mis pies
son patadas al viento
del recuerdo.
Mañana lloverá.
Y el arco iris será
blanco y negro.
Pero nadie borrará
nunca jamás
mis noches de sol.
Pese al infierno,
pese al invierno,
pese al desierto de mi corazón,
pese al tiempo
que se va, fugaz,
cuando la lluvia llega
húmeda de tristeza
a la ciudad.

XI

Dale un poco de paz
a mi alma abandonada.
Parece que al conocerte
reservé pasaje
para la aventura.
Lágrimas y amarguras
concibieron en mí las murallas.
El frío viento del Norte
barrió mis pequeñas ambiciones.
Y en la nada.
Una delicada rapsodia
retumba en mi memoria:
"cuídate de brindarte toda".
Naufragios pretéritos
robaron mis caricias.
Quizá también en otros puertos
te adentraste.
Eso debe ser,
pues recién preparado el equipaje
caes en aguas turbias,
profanadas.
No permitas de nuevo
que el dolor rompa mis alas.
Sin duda al enamorarme
reservé pasaje para la locura.
Y luego tú.
No zarpes todavía.
Dale un poco de amor
a mi alma ilusionada.

XII

Te he preparado un lecho
de pétalos de rosa
sobre la húmeda y fresca
hierba del parque.
Recorrí un largo camino hasta encontrarte.
Pasiones que estallan
en mil colores
llenan mi vida entera
de primavera.
Si esto es una locura
quiero acabar de remate,
perderme en tu sonrisa
y contagiarte.
El quicio de tu boca
es mi lugar de recreo,
déjame amarte
ahora que todo está lleno
de flores blancas.
Tus manos son mi recompensa
y unos besos interminables
tu venganza.
Eres todo lo que quiero.
Sólo contigo me basta.
El valeroso paladín
de la Dama de corazones
ataca de nuevo
y gana en justa lid
esta batalla.

XIII

Me amaneció una sonrisa
y la suave brisa de tus palabras
se escanciaba lenta
entre mis sábanas.
Me amaneció una sonrisa
y el rictus momentáneo
de tu rostro
escondía secretos inexplicables
en mi almohada.
Me amaneció una sonrisa
nacida de mi vigilia
este último plenilunio
de madrugada.
Palpando el contorno perfecto
de tus labios,
desperté.
Y en tu ausencia,
en mi memoria,
me amaneció una sonrisa
perdida, inconfesable
y emocionada.

XIV

Rincones oscuros y fríos
muros sin lamentaciones
nocturnos amigos
dos locos ladrones...
Y soñaré con sábanas de seda,
con amores imposibles, amor apenas.
Y buscaré el aire que respiras
en mi garganta,
las lágrimas que derramo
en tus mejillas...
Y brindaré por un amor eterno
que dure dos días,
lo único que tendremos
serán dos vidas vacías.

XV

Meciéndome frente al espejo
me abraza una silueta
de amor tierno, de amor y viento.
Me faltas tú,
para completar el crucigrama.
La vida entera diera
por oírte decir que me amas.
Y tal vez nunca suceda
pero aún me siento niña
melancólica y enamorada
de amor tierno, de amor y viento.
"¡Me faltas tú!"
grita mi alma abandonada.

XVI

Me muero por rozar sus labios
cuando al atardecer
la Luna se hace eco de las sombras.
Por acompañar su boca
al compás de una tierna canción.
Hacerme fuerte en tu abrazo
en busca de un huequecito
para olvidar el dolor.
Me muero por escuchar a oscuras
los sones cadenciosos de su voz
animando las esquinas de mi sonrisa.
Por apartar de una caricia
los mechones de su frente
y comerlo a besos rojos de pasión.
Explorar los pliegues de sus orejas
sintiéndome pequeña en el amor.
Y muriendo estoy, desfallecida,
al borde del delirio desamparado
contando las paredes de mi cuarto
en mi demencia.
Muero.
Muero sin solución.

XVII

Los risueños hados de mi demencia
acorralaron tu imagen
caprichosa en mi cabeza.
A ratos te pienso,
alimento fantasías
de puro sueño
y escribo poesías
en mis cuadernos.
Me cuesta servir de referencia.
Soy yo.
Nunca la calma
o la paciencia.
Me agacho a anudarme
los cordones y te siento
cerca.
Tal vez no debería
pensarte tanto,
apenas conozco tu voz
concupiscente,
pero en mi mente
te tornas cántico,
canción de amor.
Y mis pequeñas menudencias
siguen el rítmico compás
de un reloj,
hasta que vuelvas.

XVIII

Yo tenía un corazón
incandescente a pesar
de dudas enigmáticas.
Tenía muy claro
la función del corazón:
amar,
amar. Sin pedir nada.
Pero al amarte
me volví egoísta
Poseer tu amor era todo,
lo demás, nada.
Y yo que tenía
un corazón incandescente
apagué mis heridas
con lava de volcanes,
cerré mis llagas
con fuego y sangre.
Viví en los valles
profundos del estancamiento,
rocé los límites
del hastío y el cemento.
Y al final conseguí mi propósito:
olvidarte.
Aunque a veces
te sueño y sospecho
que aún tengo
-sin remedio-
un corazón incandescente.

XIX

En una playa perdida de arena negra
abres tus labios submarinos
y recorres mis fronteras,
acariciando los Montes de Venus.
Tu cuerpo es ahora mi rehén
y en la cárcel del deseo
te hallas preso.
¡Extraño encierro
el que incluye
al carcelero!
La sal humedece tus entrañas
con ancestrales instrumentos
de placer.
Hoy en mí te terminas,
como en su póstuma obra un escultor.
Y ya no siento
sino el infinito y definitivo encuentro
entre Psique y Eros,
en la oscuridad y el silencio.
Volcánico delirio de tu mar
que se sacude del yugo
e inunda las compuestas, tal
que no me importa nadie
(sino tú, amor).

XX

Arrancadas al sol,
hostiles me son las amapolas,
me recuerdan el desamor
todos mis fracasos
y dónde rompen las olas.
Prometí intentarlo
y de nuevo zozobré...
Y no voy a negarlo,
tal vez ni siquiera lo intenté.
Me siento remo al abordaje,
una consciente aventura,
una película en rodaje de ternura.
Y las campanillas azules
huelen a rocas incomestibles
porque las amarillas
no son sino lecciones
de energía perdida e invisible.
Las serpientes reptan
sobre tu estómago
masticando tus vísceras
(gelatina de ardores pasados).
El tiempo se detiene en tu nariz
causando estragos,
mientras la miel
desciende por tus ojos.
¡Maldito bastardo!
¿Quién te crees que eres,
cómo osas siquiera?
Si no sabes morir
demuestras que no has vivido jamás,
si no supiste odiar,
¿cómo quieres aprender a amar?
No ha valido la pena
triunfar,
celebrar la primavera
cuando el sol ha quemado
toda la superficie a este lado
de la razón.
Si tienes miedo a la furia,
encontrarás que la muerte serena
sí vale la pena.

Publicada el
Categorizado como Escritos, Poemas

Por Sam C

Soy gestora de proyectos de señalización ferroviaria, escritora y fotógrafa, oriunda de Canarias y adoptada por el Reino Unido. También estoy estudiando en la universidad de Warwick un Master de Ciencias a tiempo parcial (Programme & Project Management).

Dejar un comentario