Sobre cuando sube la marea
Hay amores de esos que padecemos como enfermedades; unas veces son tumores benignos, otras, metástasis mortales. Se nos incrustan en la razón y van creciéndonos por dentro, engulléndonos. Y llega un punto en que nuestro ego se desvanece y deja paso al intruso.
Entonces nuestra consciencia objetiva ha sido erradicada. Un poderoso plenilunio arrastra nuestros fluidos, devolviéndonos al rato en un caos desordenado, desde el cual no distinguimos apenas la ira, el dolor, la pasión o el amor. El alma por un minuto se extasía ante la liberación de los instintos…
Así es como cada uno de nosotros engarza su experiencia con la de los otros en la letra de un enorme tango desgarrado, cuyo arrullo está presente en cualquier esquina de este maldito e impredecible cosmos humano.
Existen amores enfermizos, lunáticos, que nos arrastran a la locura. Pero cada ser posee un cajoncito recóndito y disimulado dónde guardarlos, incluso los llegan a olvidar con el paso del tiempo. De todas formas, siempre retumbarán en la memoria los compases de ese viejo tango, propio del amor abandonado.
Samantha Cabrera Díaz, Diciembre 1994
I
Confundí el amor con la casualidad, no quise hacer más que rimas y me salieron envueltas de piedad. Ya no me importa el tiempo que mata mi vida poco a poco... No me preocupa, ya no siento siquiera un cierto enojo por ser mercurio del miedo y del infierno. Ya no soporto tu voz acusándome de crímenes inventados ni quiero oír de nuevo la razón del porqué de mi existencia. Y lloro, lloro sin motivo. ¡Pobre Ofelia!
II
El páramo silba silencio y yo respiro soledad de sabor rancio. Estoy hecha de sueños, sol, estrellas y abismos. Soy parte del mal y la lucha final me da lo mismo. Sé que sobreviviré.
III
Nexos condicionales y cosquillas amarillas, verbos deponentes y casos judiciales. Con estos componentes quisiera demostrar mi terrible incapacidad e ineficacia. Yo serví en la selva, en la infantería, creí en Dios y trabajé en la CIA. Ahora sirvo en el mundo de mí misma, creo en todo y me han parado por egoísta.
IV
Palabra huecas de sentido oprimen el tiempo y aún parece un desatino romper el silencio. Cuando mi propia tristeza es mi recreo ya no siento la ciencia del deseo. Sin saber cómo he recorrido ambos caminos, uno es la vida y el otro (adivino) es parte de mis sueños... Y si me empeño palabras huecas de sentido oprimen el tiempo y aún parece un desatino romper mi silencio, en este laberinto de sinuoso diseño.
V
La luna llena se refleja en el agua su dulce palidez hoy me acompaña. No me importa llorar confesando melancolía y curar mis heridas con el agua y la sal de mis lágrimas. No me importa sentir espasmódicos escalofríos... Por lo menos, después, no me costará dormir. Esta noche he de revolcarme en mi soledad, mañana morderé de nuevo la esperanza... No encontré la verdad pero sí la calma sobre mi húmeda almohada.
VI
Tengo un complejo de abandono constante de mi ejército todo el mundo ha desertado. Ahora mis duendes están de vacaciones. Voy a ocupar los huecos libres de mi alma con los fragmentos que me quedan de ilusión con esperanzas más allá de la esperanza y la calma del que abandona la pasión. ¿Qué importancia tiene a estas alturas llevar en el pecho un corazón despedazado? Ya la carne ni siente ni padece desmayada por la apatía y el desconsuelo. Si volviesen mañana, me olvidaría de esta pequeña ausencia. Les perdonaría el olvido... Pero me duele que les sea tan fácil eludirme. ¡Qué falta de consideración por su parte! ¡O qué exceso de confianza por la mía! No me queda ninguna excusa para justificarme, he sido engendrada por lobos hambrientos. La tierra abre sus llagas para tragarme, lento, adentro. Lo siento. Yo sí lo lamento. Y no me queda más remedio que extrañarles y adorarles en secreto. Ya lo dije antes: tengo un complejo de abandono constante.
VII
Viene la noche callada y fría a tomar posesión de mi almohada. Ya se acabó el plazo para ser amables o tiernos. Viene la noche oscura y tranquila haciendo retumbar en mi morada versos en singular, luto de antaño por mi platónico amor eterno. Acabé encarcelando fantasías, sueños huecos de mis noches tenebrosas a la sombra de los soles nocturnos de Primigenia. Miradas magmáticas y evanescentes descubren la ira de vivir en sueños y soñar despierta que se está viva. Hoy me confieso perdida, desamada, malévola y perenne desfallecida. Viene la noche olvidada tocando con sus nudillos sobre mi aldaba, pidiendo entrar en ese inmenso agujero rodeado de entrañas: mi alma desamparada.
VIII
Dices que atiendes y no me escuchas mientras te hablo. Y que no mientes pero te escondes tras el armario. Hazme caso, por una sola vez, hazme caso, que estoy cansada de estar siempre en segundo plano, que me hace feliz que se fijen en mí, llamar la atención y vivir aquí, entre tu pecho y tu corazón, no salir del paso con una frase hecha y una abierta sonrisa fracaso.
IX
Abril es mi mes favorito más que Junio, Marzo o los demás. Abril son las flores frescas, el brillo del sol entre la niebla, las manos del amor junto a las tuyas, la vida, viva y madura, la guitarra y las yemas de tus dedos acariciando el infinito, incluso Eros es más feliz en Abril que en Febrero. Abril es lluvia, suave, nueva, como si de verdad ya fuera primavera y mi corazón con un brillo especial refulgiera de algo más, de algo indefinido e inmortal, de una canción y la brisa del mar, de pensar en volverte a encontrar un dieciséis vieja un año más.
X
Cuando la lluvia llega húmeda de tristeza en el otoño, los pasos de mis pies son patadas al viento del recuerdo. Mañana lloverá. Y el arco iris será blanco y negro. Pero nadie borrará nunca jamás mis noches de sol. Pese al infierno, pese al invierno, pese al desierto de mi corazón, pese al tiempo que se va, fugaz, cuando la lluvia llega húmeda de tristeza a la ciudad.
XI
Dale un poco de paz a mi alma abandonada. Parece que al conocerte reservé pasaje para la aventura. Lágrimas y amarguras concibieron en mí las murallas. El frío viento del Norte barrió mis pequeñas ambiciones. Y en la nada. Una delicada rapsodia retumba en mi memoria: "cuídate de brindarte toda". Naufragios pretéritos robaron mis caricias. Quizá también en otros puertos te adentraste. Eso debe ser, pues recién preparado el equipaje caes en aguas turbias, profanadas. No permitas de nuevo que el dolor rompa mis alas. Sin duda al enamorarme reservé pasaje para la locura. Y luego tú. No zarpes todavía. Dale un poco de amor a mi alma ilusionada.
XII
Te he preparado un lecho de pétalos de rosa sobre la húmeda y fresca hierba del parque. Recorrí un largo camino hasta encontrarte. Pasiones que estallan en mil colores llenan mi vida entera de primavera. Si esto es una locura quiero acabar de remate, perderme en tu sonrisa y contagiarte. El quicio de tu boca es mi lugar de recreo, déjame amarte ahora que todo está lleno de flores blancas. Tus manos son mi recompensa y unos besos interminables tu venganza. Eres todo lo que quiero. Sólo contigo me basta. El valeroso paladín de la Dama de corazones ataca de nuevo y gana en justa lid esta batalla.
XIII
Me amaneció una sonrisa y la suave brisa de tus palabras se escanciaba lenta entre mis sábanas. Me amaneció una sonrisa y el rictus momentáneo de tu rostro escondía secretos inexplicables en mi almohada. Me amaneció una sonrisa nacida de mi vigilia este último plenilunio de madrugada. Palpando el contorno perfecto de tus labios, desperté. Y en tu ausencia, en mi memoria, me amaneció una sonrisa perdida, inconfesable y emocionada.
XIV
Rincones oscuros y fríos muros sin lamentaciones nocturnos amigos dos locos ladrones... Y soñaré con sábanas de seda, con amores imposibles, amor apenas. Y buscaré el aire que respiras en mi garganta, las lágrimas que derramo en tus mejillas... Y brindaré por un amor eterno que dure dos días, lo único que tendremos serán dos vidas vacías.
XV
Meciéndome frente al espejo me abraza una silueta de amor tierno, de amor y viento. Me faltas tú, para completar el crucigrama. La vida entera diera por oírte decir que me amas. Y tal vez nunca suceda pero aún me siento niña melancólica y enamorada de amor tierno, de amor y viento. "¡Me faltas tú!" grita mi alma abandonada.
XVI
Me muero por rozar sus labios cuando al atardecer la Luna se hace eco de las sombras. Por acompañar su boca al compás de una tierna canción. Hacerme fuerte en tu abrazo en busca de un huequecito para olvidar el dolor. Me muero por escuchar a oscuras los sones cadenciosos de su voz animando las esquinas de mi sonrisa. Por apartar de una caricia los mechones de su frente y comerlo a besos rojos de pasión. Explorar los pliegues de sus orejas sintiéndome pequeña en el amor. Y muriendo estoy, desfallecida, al borde del delirio desamparado contando las paredes de mi cuarto en mi demencia. Muero. Muero sin solución.
XVII
Los risueños hados de mi demencia acorralaron tu imagen caprichosa en mi cabeza. A ratos te pienso, alimento fantasías de puro sueño y escribo poesías en mis cuadernos. Me cuesta servir de referencia. Soy yo. Nunca la calma o la paciencia. Me agacho a anudarme los cordones y te siento cerca. Tal vez no debería pensarte tanto, apenas conozco tu voz concupiscente, pero en mi mente te tornas cántico, canción de amor. Y mis pequeñas menudencias siguen el rítmico compás de un reloj, hasta que vuelvas.
XVIII
Yo tenía un corazón incandescente a pesar de dudas enigmáticas. Tenía muy claro la función del corazón: amar, amar. Sin pedir nada. Pero al amarte me volví egoísta Poseer tu amor era todo, lo demás, nada. Y yo que tenía un corazón incandescente apagué mis heridas con lava de volcanes, cerré mis llagas con fuego y sangre. Viví en los valles profundos del estancamiento, rocé los límites del hastío y el cemento. Y al final conseguí mi propósito: olvidarte. Aunque a veces te sueño y sospecho que aún tengo -sin remedio- un corazón incandescente.
XIX
En una playa perdida de arena negra abres tus labios submarinos y recorres mis fronteras, acariciando los Montes de Venus. Tu cuerpo es ahora mi rehén y en la cárcel del deseo te hallas preso. ¡Extraño encierro el que incluye al carcelero! La sal humedece tus entrañas con ancestrales instrumentos de placer. Hoy en mí te terminas, como en su póstuma obra un escultor. Y ya no siento sino el infinito y definitivo encuentro entre Psique y Eros, en la oscuridad y el silencio. Volcánico delirio de tu mar que se sacude del yugo e inunda las compuestas, tal que no me importa nadie (sino tú, amor).
XX
Arrancadas al sol, hostiles me son las amapolas, me recuerdan el desamor todos mis fracasos y dónde rompen las olas. Prometí intentarlo y de nuevo zozobré... Y no voy a negarlo, tal vez ni siquiera lo intenté. Me siento remo al abordaje, una consciente aventura, una película en rodaje de ternura. Y las campanillas azules huelen a rocas incomestibles porque las amarillas no son sino lecciones de energía perdida e invisible. Las serpientes reptan sobre tu estómago masticando tus vísceras (gelatina de ardores pasados). El tiempo se detiene en tu nariz causando estragos, mientras la miel desciende por tus ojos. ¡Maldito bastardo! ¿Quién te crees que eres, cómo osas siquiera? Si no sabes morir demuestras que no has vivido jamás, si no supiste odiar, ¿cómo quieres aprender a amar? No ha valido la pena triunfar, celebrar la primavera cuando el sol ha quemado toda la superficie a este lado de la razón. Si tienes miedo a la furia, encontrarás que la muerte serena sí vale la pena.