Hace 25 años, una princesa guerrera forjada en el calor de la batalla llegó a mi vida. Era Septiembre de 1997 y TVE empezó a retransmitir Xena princesa guerrera, un spin off de Hércules, donde Xena tuvo tres episodios inicialmente. Kevin Sorbo nunca le perdonaría a Lucy Lawless que Xena se hiciera más popular.
Yo, con veintipoquísimos, Generación Equis por excelencia, vivía aún con mi padre, que era un déspota, y mi vida no iba a ninguna parte. Atascada en la facultad de Ciencias Jurídicas con Derecho a medio terminar, no sabía cómo independizarme. Cinco años más tarde, estaba viviendo sola, más segura de mí misma, con un trabajo que me encantaba en Inglaterra donde por fin había aprendido inglés y a programar, llevaba una página web popular en todo el mundo y había hecho muchísimos amigos nuevos.
En la tele vi a Xena y Gabrielle empezar sus aventuras en Televisión Española. Tenía dos cosas que siempre me habían interesado: mitología clásica y chicas guerreras. En Febrero de 1998, me fui a vivir a Inglaterra a trabajar de auxiliar de clínica, como lo había hecho una amiga, para por fin aprender inglés. Me tropecé de nuevo a Xena en versión original (Channel 5 la ponía los sábados por la tarde en abierto) y me convertí en súper fan.
Recuerdo cambiar turnos para verlo en directo y no decirle nada a nadie por si reían. Yo en aquel entonces no le había dado nombre a lo que era, es decir, gay, bisexual, queer… Llevaba muchos años queriendo «ser como todo el mundo», ya sea por la educación católica, la falta de autoestima o el desierto emocional que tenía en casa. Xena y Gabrielle tenían una relación muy especial. La energía feminista de la serie también me molaba mucho.
En Inglaterra yo era libre por primera vez en mi vida pero iba prácticamente de casa al trabajo y poco más, un trabajo por el que me pagaban una mierda pero que me daba para vivir en una casa compartida e ir al cine de vez en cuando. Conocía a muy poquita gente para salir y vivía en un pueblecito dormilón en Surrey que tenía dos pubs, una biblioteca minúscula e increíblemente una Cabrera Avenue. Me pasaba horas en internet (primero en la biblioteca pública y luego, cuando pude permitirme la conexión, en casa). Mejoré mucho mi inglés, eso sí.
Empecé a frecuentar el newsgroup de Xena en internet (era lo que había entonces en vez de social media, chiquitines), donde me conocían como Atenea (más tarde añadí la fantástica porque yo también me sentía bardo y tenía una especial afinidad por Gabrielle) y empecé a atender la noche de Xena en el ahora difunto Page’s Bar en Londres (una noche de sábado de cada mes), donde ponían los últimos episodios grabados en cintas VHS que les enviaban desde Estados Unidos (Sky -canal satélite de pago- la emitía por entonces en el Reino Unido con unos meses de retraso y ya iban por la temporada tres). Nos hacíamos unos bailes y tenían una réplica de la nave Enterprise de Star Trek colgando encima del bar. De inmediato, te sentías de la familia (sí, también me gusta Star Trek, ¿y qué?). La alegría y la sonrisa al volver a casa en el último tren de Waterloo era alucinante.
Fui yo sola a By the Gods (de Dean and Myk) el primer día pero enseguida hice amistades. Era fabuloso no tener que disfrazarme de persona normal, yo siempre fui un poco geeky, y disfrutar de mis hobbies con amigos. En la ciencia ficción y la fantasía, había encontrado mi vocación.
Había creado un par de años antes una página web en Geocities dedicada a Emma Thompson en español y pensé en hacer una para Xena (el antiguo Xenaverso de Atenea, luego SiempreXena). Me lo pasaba pipa. Llegaba a casa y pasaba horas en el ordenador chateando con otros Xenitas, creando contenido y diseñando la web. Aprendí a programar HTML y CGI. Aprendí también lo que era el subtexto: la relación amorosa entre Xena y Gabrielle siempre me fue obvia después de ver Is There A Doctor in The House, donde Xena inventa el masaje cardiaco. Escribí y traduje Uber Xena fanficción. Conocí a muchísimas Xenitas españolas a través de mi página web, el Xenaverso. Todavía seguía convencida de ser muy hetero, porque es increíble de lo que se autoconvence una para vivir la fiesta mental en paz.
En Febrero de 2000, fui a los Estados Unidos por primera vez para una Convención de Hércules y Xena y saludé en persona a muchos de aquellos con los que chateaba en el grupo. Una amiga española del grupo, Sonsoles, que trabajaba en Nueva York organizando tours de españoles me consiguió la reserva del hotel. Fui a la noche de Xena del Miow Mix con las amigas que había hecho en línea, que no pararon de comprarme margaritas. Me preguntaba todo el mundo si era lesbiana y yo les decía que no (andaba un poco confundida, aunque es verdad que lesbiana no era). Me pasé unos días después de la convención el fin de semana recorriendo Nueva York yo sólita, que era lo mismo para mí que estar en un estudio de cine, quedando con Sonsoles para cenar cuando ella terminaba en el curro. Yo, que soy canaria, no me creía el frío terrible que hacía. Me subí a las torres gemelas y me hicieron una foto una pareja de Sevilla que pasaba por allí. Fui a ver la estatua de la libertad, el MOMA y el museo de ciencias naturales, y casi me atropellan cruzando Times Square.
Al año siguiente, me fui de nuevo a Estados Unidos, esta vez en California (Burbank, Los Ángeles). Había planeado ir sola otra vez, pero se vino también al final una amiga del curro que acababa de cortar con su novio y vivía en mi casa. El plan era irnos a Santa Mónica después del finde de la convención. Nos quedamos en el hotel enfrente de la convención con unas amigas de internet (también miembros del club de «Great Goddess Gabrielle’s Honor defenders«, Dawn y Rina). Tuve el gran gusto de encontrarme con muchos Xenitas hispanos que que conocían por el Xenaverso. Nunca jamás en la vida había visto a tantas lesbianas juntas. Lucy y Reneé cantaron «The last dance» y quedaban por salir en la tele cuatro o cinco episodios, incluyendo el final «Friend in Need».
Al terminar la convención, mi amiga y yo nos mandamos a mudar a Santa Mónica, desde donde hicimos excursiones a los parques de Disney y Universal Studios y un tour de Los Ángeles donde conocí al que sería mi novio, un neocelandés que se iba a mudar a Londres el siguiente mes. El chico y yo quedamos en quedar, pero nada más hasta que nos volvimos a ver en Inglaterra, meses más tarde.
Cuando se acabó Xena, era el fin de una era. No sólo era difícil decirle adiós a los personajes que habían representado tanto para mí y mi historia de independencia y aprendizaje, también era el principio del adiós con todos los amigos y amigas que había hecho. Escribí un artículo lagrimoso para la Universidad Xenita, Whoosh! sobre el final de Xena. Fui a un par de convenciones de Starfury, Chariots of War, en Heathrow donde conocí a más Xenitas y me saqué fotos con, entre otros, Hudson Leick (Callisto) y Karl Urban, quien iba descalzo y se calificó de «pedo» en nuestra foto. Por aquel entonces estaba a punto de hacer el Señor de los anillos.
El once de Septiembre del 2001, cuando los aviones se estrellaron en las torres gemelas, estaba en el trabajo, donde teníamos la televisión puesta en las noticias, asombrados. Pero cuando volví a casa, fue con la gente de ALT.TV.XENA newsgroup con quien digerí lo que había pasado (si eres milenial, los newsgroups de usenet eran el Facebook de la época, incluyendo flame wars).
Me saqué el carné de conducir, me mudé con el novio a Staines y cambié las cintas de VHS de Xena por la colección de DVDs. Necesitaba un cambio radical en el curro. Me leí un libro sobre de qué color era mi paracaidas y acabé encontrando un trabajo nuevo en el aeropuerto de Heathrow, que pagaba el doble y donde podía hablar todo el día con gente de todo el mundo. No sé si me habría atrevido de no ser por tener más seguridad en mí misma para entonces.
En el 2003, me fui de visita a Nueva Zelanda con mi novio y conocí a toda la familia política, que era muy simpática y nos atendió muy bien. También, de casualidad, acabé en frente de la casa de Lucy Lawless, sacándome una foto (por lo visto, un amigo había ayudado en el jardín y me llevaron a ver la casa porque sabían que era fan). Claro que no toqué en la puerta ni nada de eso porque eso hubiese dado mucho corte. ¡Y hubiese sido acoso casi sin querer! Aunque ellos tampoco estaban muy seguros de que fuese esa casa y no otra, vete a saber si lo era. ¡Perdona, Lucy!
Me quedé siempre con la espinita de nunca poder sacarme una foto con Reneé o Lucy, quienes en aquella época no se sacaban fotos en las convenciones porque «si no podían sacarse fotos con todos los fans, no se las iban a sacar con ninguno», tenían esa regla, que me parece muy bien, ya ves, muy equitativa y democrática.
El novio de Nueva Zelanda se volvió a su país al año siguiente y yo me quedé por primera vez en la vida viviendo en un piso yo sola. Tuve una epifanía mientras limpiaba el polvo. ¿Qué era lo peor que podía pasar si me daba permiso para que me gustasen las chicas? Al año siguiente, terminé el curso de conducir trenes y empecé a salir con chicas a la tierna edad de treinta añitos. Todavía había noches de Xena cada cierto Sábado por la noche en un bar de Victoria llamado The Elusive Camel, pero ya éramos menos y no había episodios nuevos que ver, aunque sí nos reíamos mucho. La primera vez que fui a Pride London, lo hice con una de mis amigas Xenitas. Hubo también mucha quedada en casa de Lara e hicimos incluso un Xenathon (nos vimos todos los episodios de Xena, incluyendo la trilogía inicial, uno detrás de otro en un fin de semana) y otras actividades para recaudar fondos benéficos.
Esos eran los tiempos antes de The L Word, antes de Callie Torres (y Arizona Robbins) en Grey’s Anatomy. Sin haber imaginado un mundo en el Xena y Gabrielle eran más que amigas, aunque la cadena de televisión no les dejase salir del armario, sin haber visto un mundo donde había otras chicas que se atrevían a ser ellas mismas, nunca me hubiese atrevido a viajar por el mundo yo y a hacer tantas cosas, cuando me sentía un poco sola, un poco rara y sin otras referencias a parte de gente que se moría en películas o siempre era infeliz. Así que muchas gracias, Xena y Gabrielle, y a todos los xenitas, especialmente las amigas de Safo que me encontré por el camino, por darme permiso para ser yo misma, ser un poco geeky y por las risas que nos echamos.
Al final, siempre encuentras tu tribu, gracias a los dioses.