Y llegaste tú, con el viento del norte y el mar en tus ojos, y ya nada es igual. Nunca tuve tanto miedo de caer al vacío, pero me dejo llevar porque quiero, porque no puedo querer otra cosa. Tengo un corazón incandescente a pesar de dudas enigmáticas, forjado en el fuego del volcán y llamas en vez de sangre. Nací de heridas abiertas horadadas en el magma, de lava inexorable que duele en carne viva y, hasta que llegaste tú, viví un sueño de siglos… Mas llegaste, Victoria, con el viento del norte y el mar en tus ojos, y ya nada es igual. Me poblaste el corazón de paraíso y esperanza. Apagaste dolores viejos con un beso y ahora sólo quiero ser sonrisa, verano y tuya. Mi alma es bálsamo de agua, mi sol ha salido por fin y ya no me pertenezco porque me diste tu corazón a cambio de nada.